Fotografía de Alícia Rius
Cuando no esté
En la distancia mi vida no se verá como antes, todo será concentrado y luminoso, como si el ente proyectara ráfagas de alguna abrumadora electricidad, ese será seguro el mejor de mis afectos cuando no esté, cuando todo en mí haya pasado, pero no en los demás, no en aquellos en los que creo y sobre todas las cosas, no en aquellos a los que amo desesperadamente; para todos ellos las cosas seguirán igual, solo habrán cambiado de perspectiva como si la habitación hubiese rotado su eje noventa grados, sigue siendo la misma sala pero se ve diferente, ni más grande ni más pequeña, ni siquiera más acogedora o incomoda. No, solo faltará un ápice de luz, la luz que mi cuerpo durante tantos años ha reflejado en los demás, que los ha calentado y abrazado con fuerza. Una luz quizás no fácil de sustituir pero que en cierta manera todos podrán olvidar con el tiempo. No quiero menospreciarme, solo ser realista con mis dictados, explicar con sinceridad que no he sido la más brillante de las estrellas, aunque si la que más ha querido a las demás, no he sido la más hermosa de las lunas, pero si la que más apoyo ha declinado a sus compañeras de reparto. Y asumiendo mi ausencia por toda la eternidad, deseo que los que me sobrevivan estén bien, es todo lo que mi alma torturada necesita saber.
No malinterpretéis mis palabras, no tendré el alma torturada por mi trayecto en el mundo, sino por lo que ante mis ojos se vislumbra, la ausencia de contemplar las caras con las que me he sentido en casa todos los años pasados es lo que me quita un poco de felicidad, esa felicidad que me habéis dado todos y cada uno de vosotros al permanecer a mi lado en momentos duros o felices, esa compañía no me la arrebatará nadie, la llevaré conmigo por siempre, y me hará sonreír más y más aunque el tiempo pase.
Y volviendo al principio de mis cavilaciones, dejaos llevar por esa pequeña muestra de afecto que os dejo guardada, mi testamento después de la muerte, mi pequeño tesoro de vida, la energía que desprendí ahora os la cedo y hago vuestra, cuidadla para que mi alma no quede a la intemperie, para que los recuerdos sean dulces y no puedan las malas sombras caer ante vosotros. Un “adiós” es demasiado duro para vosotros, un “hasta luego” lo es para mí, dejémoslo en un “os quiero por siempre”. Como despedida a mi locura sonreiré desde el otro lado para aumentar la electricidad que regalo.
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Recuperando viejos escritos, éste del 5 de abril del 2010.