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lunes, 14 de noviembre de 2011

Caleste Prólogo (Novela de Anaid Avlis )


 Caleste ( Por Anaid Avlis)

Prólogo



¡Qué pesadilla! ¡Todo es una mierda! ¿Por qué tenía que reprocharle a la profesora? ¿Por qué no podía cerrar mi bocota? Así estaba ella, farfullado, frente a la pequeña laptop; quejándose sobre el ensayo de más de 2.000 palabras sobre historia contemporánea, “su materia favorita”. La odiaba. Y mucho.
Siguió maldiciendo en silencio mientras buscaba la información para completar su estúpido ensayo (que además debía hacer a mano), cuando sonó el habitual “clum” que avisaba la llegada de un nuevo mensaje a la bandeja de tu correo.
Se vio extrañada ya que el mensaje había llegado sin dirección alguna que especificara su origen; dudó unos momentos en la bandeja de entrada, meditando si debía abrir o no aquel misterioso correo. Es extraño, muy extraño. Seguro es una broma. Pensaba
Abrió el correo y salieron todo tipo de anuncios cotidianos del internet, los cuales cerró y envió a spam; cuando se deshizo de ellos, se fijo que el contenido del mensaje era muy breve:
Hola, Bianca ¿Te gustaría probar algo nuevo? ¿Trasladarte a un mundo diferente? ¿A un universo fantasioso? ¿A entrar en una aventura de la cual no te arrepentirás? ¿A ser testigo de un nuevo comienzo? Entonces no lo pienses e ingresa aquí
Sonrió a sí misma y leyó el mensaje unos momentos más, luego revisó su antivirus y el firewell, después extrajo su disco duro portátil por si las moscas y aseguró la puerta de la habitación por si al fin y al cabo el aquí la enviaba a una página porno. Ya segura dio click.
Su cuerpo se quedó estático, así en esa postura de piernas cruzadas en la cual se hallaba, pero sumiéndose en un estado de automático, mientras que su mente se trasladó a la computadora, de allí a los servidores, luego a la web y finalmente salió de lo conocido por el hombre siendo arrastrada por una fuerza sobrehumana y terminando a parar en otro lugar.
Todo había sido como un parpadeo y ahora en el lugar donde estaba, la oscuridad era lo único que hacía acto de presencia.
Dio un paso, luego otro. Ya se estaba aterrando. ¿Qué ocurría? ¿Se había desmayado? ¿Así era estar en coma? ¿Se murió? ¡¿La había matado una laptop?!
Dejó de moverse al notar que no estaba avanzando a ningún lado, además ni siquiera tenía la seguridad de haberse movido y ahora que analizaba la cosa parecía como si flotara. ¿Dios, qué pasa? Gritaba en su mente, hasta que llegó el destello y como acto reflejo se cubrió sus ojos.
Cuando retiró su mano no comprendió lo que ocurría. Delante de ella se hallaban dos nubes, sí dos nubes o conjuntos como de polvo o como de humo, una de color blanco y otra de negro; ambas esencias se entrelazaban, estremecía y luego se separaban de sí, como si pelearan y ninguno de las dos lograra hacer nada con la otra.
Notó que ya no flotaba, ahora sus pies descalzos estaban sobre una tierra húmeda y barro. Miro su entorno y era de noche, la luna (si es que era la luna) brillaba entera y redonda en el cielo, cubierto de ¿estrellas? Sí, eran estrellas, pero definitivamente unas más grandes que otras; ella no recordaba haber visto tanta diversidad de estrellas en su vida. A su alrededor, se alzaba en plenitud la madre naturaleza, ofreciendo un bello espectáculo de sonidos y colores, de especies y tamaños; era algo muy llamativo y obviamente no real.
Buscó a las dos esencias y ahora las veía mejor, pero las características y el comportamiento de estás no cambiaron. Ahora ellas tampoco estaban en un escenario negro, sino que desarrollaban su anormal vaivén, juntas o no juntas (?), sobre un círculo perfecto, y de considerable tamaño, de agua; parecido a un pequeño lago, o algún jagüey natural.
Ella no encontraba explicación racional a todo eso, primero ese misterioso mensaje y ahora allí en la “Tierra de nunca jamás o de no sé dónde demonios me encuentro”. Un sonido parecido a un grito de dolor la hizo girarse y prestar atención de nuevo a las esencias, ahora no eran esencias, sino bestias, parecidas a unos gigantes mamuts con forma felina, sin trompa, pero de igual tamaño y enorme extremidades (incluyendo los colmillos), que peleaban entre sí y se hacían daño. La bestia blanca sangraba de un lado y la bestia negra cojeaba.
Las bestias seguían peleando y la pelea resultaba algo terrible de admirar, ambas chillaban, ambas rugían, ambas se destrozaban. Ella no se movió un solo centímetro, hasta que la bestia blanca cayó, yendo directo y en redondo hacia el lago. No lo pensó. Un impulso la inundó y se sumergió en la espesa y helada agua.
Ella practicaba natación, así que el frío y sumergirse en la profundidad eran cosas sencillas. Llegó rápido hasta el animal pero ahora ¿Qué hacia? No lo podía agarrar de una pata y arrastrarlo hacia la superficie. Se empezaba a quedar sin aire cuando desistió de su impulso y empezó a emerger pero algo le agarró la pierna. Ella forcejeó no dejándose arrastrar, pero fue en vano, lo que la tenía agarrada, que era una garra blanca por cierto, la jaló dejándola a la altura del rostro de la bestia. Se centró en sus ojos, negros y a la vez con finas franjas de colores; el ardor en su pecho crecía pero no le importaba, quería ver esos ojos. La bestia dejó de ser bestia pasando a la bruma inmaterial, enroscándose alrededor del cuerpo de ella. Empezó a filtrarse por la piel de la chica, inundándola y fundiéndose con ella en otro ser. Se estaba mezclando, uniéndose a la vida de ella.
En las afuera, la bestia negra observaba implacable el hecho, la unión de su enemigo con aquel ser que unos momentos antes había entrado en el agua; observó completamente la metamorfosis e incluso se apartó cuando comenzó la incubación y toda el agua, incluyendo un poco las orillas, se congeló, dejando justo en el medio al nuevo ser. La bestia negra movió sus patas y se internó en el bosque, sufriendo su metamorfosis e iniciando su propio ciclo de incubación, dejando su estela, junto a la de su enemigo, para que en aquel nuevo mundo resurgiera de las cenizas...

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