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domingo, 10 de abril de 2011

"Genesis" Parte 8 (Todo se desmorona (II) )

"Genesis" Parte 8 (Todo se desmorona (II) )

NOTA:Aqui la continuación de esta maravillosa historia, su autor (Sergio) ha sido muy amable al dejarme publicarla, gracias y que todos la difruteis.

Los primeros capitulos los encontrareis en la columna de la derecha



Genesis (Parte 8)


Todo se desmorona (II)



La fiereza del ataque cogió por sorpresa a Ivan, que esquivó a duras penas, si no llega a ser por sus nuevos y mejorados sentidos y por la superioridad que le proporcionaba estar en una posición más elevada que su contrincante, la estocada le habría cercenado una pierna.

Aún así, la espada bastarda del herrero le abrió un feo corte en el muslo derecho por el que asomó el hueso y del que no salió sangre debido a que su corazón había dejado de latir el día que Liseta le dio el abrazo.

Iván calló hacia atrás por la fuerza de la embestida del hombre y quedó tumbado boca arriba en los escalones de piedra desgastada de la escalera.

Otro de los aldeanos, un tipo moreno y de tez hirsuta con ropas de leñador, rodeo por la derecha al herrero y le asesto un hachazo descendente que abría partido en dos a cualquier hombre.

Pero Ivan no era como cualquier hombre, con la velocidad nacida de sus poderes oscuros sacó a Niebla de su funda y consiguió parar el golpe, trabando el hacha del leñador con la guarda en forma de alas de halcón de su espada mientras de una patada mandaba rodando escaleras abajo al herrero.

Ivan se concentró e invocó los nuevos poderes que había adquirido y que Liseta le había enseñado a utilizar, llamó a las sombras desde el fondo de su mente y estas acudieron con presteza a su llamada. Seleccionó mentalmente una zona oscura junto al aldeano, y de esta surgió un tentáculo de sombras más oscuro que el propio corazón sin vida de su amo.

A una orden mental suya, el zarcillo de oscuridad se enrolló con fuerza al cuello del hombre y lo levantó del suelo con facilidad.

Una risa histérica y carente de humanidad brotó de la garganta de Ivan mientras el zarcillo aumentaba la presión en el cuello del aterrorizado hombre.

El leñador pataleó desesperado mientras boqueaba intentando coger algo de aire y su rostro se tornaba cada vez mas morado.

Los pies del hombre dejaron de moverse cuando su cuello se partió, con un sonido espeluznante, bajo la presión del tentáculo de Ivan.

Mientras tanto Ivan consiguió incorporarse a duras penas y volver a rastras al pasillo.

La aparición del zarcillo había amedrentado al resto de aldeanos que se agolpaban al lado del cadáver de su compañero sin atreverse a avanzar. Aún así sus rostros seguían expresando el mismo odio y determinación que cuando entraron por las puertas del castillo. Algunos, asustados, hicieron el signo de la cruz, y otros incluso huyeron escaleras abajo. Pero el herrero no estaba dispuesto a abandonar la lucha tan fácilmente. De improviso lanzó la antorcha que portaba contra el zarcillo de sombras, el fuego alcanzó el tentáculo de sombras quemándolo y provocando que este se encogiese sobre sí mismo con un siseo hasta desaparecer.

Iván sintió la quemadura del tentáculo como si le hubiesen quemado a él mismo, el tormento era insoportable y no pudo evitar retorcerse en el suelo y gritar de dolor.

Aprovechando el momento de debilidad de Ivan, la turba enfurecida se abalanzó sobre él esgrimiendo garrotes y arrollando al leñador caído a su paso mientras subían por los estrechos escalones hasta el piso superior.

Desesperado, una vez más Ivan recurrió a sus poderes oscuros e invocó una nube de oscuridad que inundó el pasadizo donde se encontraba, envolviéndolo a él y a todos los aldeanos en una viscosa e impenetrable negrura a través de la cual solamente Ivan era capaz de ver.

Los aldeanos quedaron paralizados por el temor que les producía la oscuridad creada por el señor del castillo. Las tinieblas, surgidas del profundo abismo del poder oculto de los Lasombra, engullían los sonidos y oprimían a los humanos como si de una pesada manta se tratara, algunos empezaron a boquear faltos de aire y más de uno dio la vuelta a ciegas y arrolló enloquecido a sus compañeros que subían por las escaleras.

Ivan esbozó una débil sonrisa, trabajosamente se puso en pie para evaluar la situación. Se encontraba muy débil, y no sabía cuánto tiempo podría mantener el Sudario de la Noche. Miró al otro lado del pasillo y vio una ventana abierta al final del mismo.

Cojeando, enfundó a Niebla y se acercó a la ventana mientras la nube de oscuridad empezaba a debilitarse y los aldeanos empezaban a sobreponerse y de un salto se precipitó al vacío.

La caída fue mejor de lo que Ivan esperaba, el torreón de los Ionescu era alto, pero anexo al lado sur se encontraba el edificio de las caballerizas.

Ivan calló unos tres o cuatro metros hasta que chocó con el tejado de madera de los establos y sin poder detener el impulso rodó como un bulto por la pendiente del tejado recubierto de paja.

Con un ruido sordo aterrizo en el suelo de tierra compactada del patio trasero como un fardo.

Aturdido y desorientado Ivan se incorporó a duras penas y miró a su alrededor con la mano en la empuñadura de su espada. La turba no había llegado hasta allí todavía, eso le proporcionaba unos minutos preciosos.

El dolor de la pierna era insoportable, y el brazo izquierdo le colgaba inerte en un ángulo extraño. Concentrándose Ivan hizo que su sangre cainita se dirigiese a sus heridas y contempló maravillado como el tajo de la pierna se cerraba por sí solo. En unos instantes, donde antes tenía una horrible herida, ahora solo se veía la piel pálida e inmaculada a través del roto del pantalón.

Después se acercó a una de las columnas de madera del establo y reuniendo todo el valor que le quedaba encajó el hombro izquierdo en su sitio con un fuerte golpe. El dolor le recorrió el hombro como un latigazo, pero después de un momento ya había recuperado la movilidad del brazo.

Sin perder un instante más corrió hacia la puerta trasera atravesando el patio a toda la velocidad que le permitían sus maltrechas piernas.

Una vez fuera buscó a la luz trémula de la luna a su sirviente.

Jano esperaba a su señor asustado a la sombra de un roble centenario junto al foso trasero del castillo con el caballo ensillado.

Al acercarse Ivan, el equino empezó a piafar nervioso mientras Jano intentaba tranquilizar al animal sujetándolo por las riendas.

De un salto Ivan se montó en la yegua y la tranquilizó pasando su gélida mano por la crin del animal. Después de varias semanas Ivan había conseguido que su montura se acostumbrase poco a poco a su nueva naturaleza vampírica. Pero el animal aún seguía poniéndose nervioso cuando lo montaba.

-Señor, ¿Qué vamos a hacer ahora Sura y yo?- preguntó Jano asustado.

- Id al pueblo y esconderos en casa de algún familiar- respondió Ivan mirando a su sirviente desde lo alto de su montura. –Volveré cuando los ánimos se calmen- añadió haciendo girar al caballo con las riendas.

Sin una palabra más, Ivan espoleó al animal y partió al galope campo a través dejando a Jano tras de sí mientras las llamas empezaban a salir por las ventanas del castillo de los Ionescu.





FIN

1 comentario:

J.P. Alexander dijo...

Muy buen relato Sergio eres un gran escritor.